De mica en mica...

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lunes, 23 de febrero de 2015

Atravesando lecturas, acompañando lectores.

Madrechillona





¿Y si las historias para niños  fueran de lectura obligatoria para los adultos?
¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que desde hace tiempo venimos enseñando?



  Partiendo  de estas sabias preguntas de Saramago comienza el relato de una experiencia de lectura con un grupo de niños y niñas de entre 4 y 9 años compartiendo sentimientos, fantasías, miedos, palabras y dibujos
Había una vez, un grupo de niños y niñas que concurrían a un centro de actividades lúdicas y educativas cuyo objetivo era favorecer su situación psicosocial y mejorar el proceso de integración. A algunos  de ellos las disciplinas sociales los llamaban “normalizados” y a otros los”categorizaban” como niños con dificultades  psicológicas, físicas y afectivas.
En mi opinión si nos preguntáramos que necesita cualquier niño para crecer, la respuesta practicamente  se resumiria en que necesitan a su lado adultos que los quieran, los cuiden, los protejan y atiendan sus necesidades. Esta fórmula aparentemente sencilla no suele ser tan fàcil de conseguir.
Unos días antes de que sucediera lo que contaré  se había producido una baja más en el grupo y aunque están acostumbrados a estas pérdidas y ausencias causades por  la movilidad y el desplazamiento familiar,  en este caso ellos sabían porque  también comparten el barrio y la escuela  los motivos por los que esta compañera  ya no vendria más, pero eso  permanecía en el orden de lo que no se habla.
Una niña había dejado de venir al centro, incluso se había marchado del barrio de un día para otro a causa de un episodio de violencia familiar. Pocos días después según el calendario se hablaría de una de esas fechas que están marcades para hacer conciencia  del rechazo a la violencia y la agresión en cualquiera de sus formas.
Los niños sentados en el suelo  escuchaban frases hechas como máximas del estilo, “está mal que los papás les peguen a las mamás, porque es malo pegar y nadie debe pegar a otro”.Mientras la educadora hacía su discurso, comencé a preguntarme que estaría pasando en las cabecitas de estos niños ¿Qué recorrido en espiral  harían estas frases y como las podrían metabolitzar?. Porque  más allá de la verdad universal que  se les estaba diciendo ... ¿ Cómo o con qué recursos ellos podrían elaborar las ambivalencias que experimentan en su vida familiar y  en sus entornos?¿Como podrían inscribir su verdad en singular?

Decidí que la próxima semana  Madrechillona me acompañaría y comenté con ellos si les gustaria que trajera un libro para leer juntos.
Aunque la propuesta lúdico-educativa para estos niños contempla la lectura, me he topado con la creencia de algunas educadoras-no todas- a cargo de ellos que  presuponen "para qué si no les gusta leer" ,  "no saben leer " y  "cómo van a leer si sus familias no leen". Por lo cual, cada vez que les presentaba informalmente un libro, la apuesta se redoblaba.

Y llegó el día que llevé Madrechillona  y fue bienvenida. Todos dispuestos en el suelo buscando acercarse cada vez más al libro -y a mí - empezábamos a imaginar mirando la ilustración de la tapa que pasaría, de que iría esta historia y  así fue apareciendo la idea de una mamá con un hijo y mientras pasábamos las págines comenzaron  a ponerles voces a los personajes  al mismo tiempo que  sus caras cada vez más expresivas iban reflejando diferentes emociones seguramente asociadas a sus imágenes mentales .
Poco a poco comenzaron a brotar  palabras y frases. Entre susurros iban tomando cuerpo sus propias voces, asociaciones , comentarios y  se asomó el humor y la risa cuando el pomips desapareció en la calle y también  la sensación de impotencia porque  el pico que aterrizó en las montañas dejó al pingüinito sin boca para hablar, ...para gritar.
He observado que cuando se respetan las características expresivas de cada niño y su espontaneidad, eso mismo ayuda  a simbolizar ; que de lo que se trata es de estar presentes, disponibles, interesados por estar y no preocuparse tanto por hacer .Creo que los niños no tienen la necesidad que todos sus deseos sean cumplidos però los tranquiliza que sus deseos sean reconocidos, tenidos en cuenta.Y leer a su lado , sin predecir ni inducir, en parte posibilita ese juego.
Debe ser tranquilizador encontrarse con un libro que muestra las dos caras de una relación madre-hijo no siempre azucarada, descubrir en un libro  que hay una mamá pingüino chillona que hace serie con otras mamás chillonas que andan por ahí y que chillan porque se sienten cansadísimas y muy solas y eso les hace perder el control. Que a veces no pueden o no saben a quien pedir ayuda -o no tienen quien les sirva de sostén-.Y que a su vez están con niños  que necesitan cosas (movimiento, aire libre, juego) que no suele dárseles en la medida que necesitan y están tan saturados como ellas.
Uno de los roles escenciales en el desarrollo psicológico de las personas es la relación con sus figuras de apego, es decir, con quienes los crían y educan. Los niños aman a sus padres y  quieren ser amados y reconocidos por estos y hacen coses para ser mirados y llamar su atención.
Habría que ponerse en los zapatos de aquellos niños  que no tienen la fortuna de ser tratados como se merecen, que sufren maltratos y humillaciones y que sin embargo, creen que ellos son los culpables de la situación. Y aún así, esperan sufridamente que por fin un día sus padres los quieran. Los dolores de la infancia acostumbran  ser discretos y  habitar el solitario mundo interior, cosa de la que algunos adultos suelen sacar provecho.
Son muchos los niños que crecen entre gritos, a veces guardando silencios forzados y además escuchando argumentos y juicios de valor respecto a la idoneidad o no de quienes ejercen para ellos los roles parentales. No cuesta mucho imaginar las consecuencias  sobre la imagen de sí mismo y posibles maltratos del entorno que esto puede ocasionar.
Es allí donde los libros y sus personajes cuando aparecen, pueden ser acompañantes adecuados como el osito de peluche cuando hay que separarse para ir a dormir y afloran los miedos. Porque simbólicamente puede convertirse en el pingüino o en cualquier otro héroe o antihéroe y la historia contada lo vuelve cómplice de otros que también tienen problemas. Así identificado y camuflado en el personaje puede enfrentar los peligros, aceptar sus sentimientos agresivos y ambivalentes hacia quienes ama sin poner en riesgo ese entramado tan complejo que es el amor.
Y sí, porque el amor puede ser como una madeja de lana  que se enreda, se anuda y que cuando se estira se tensa y adelgaza, pero a la vez está hecha de muchas hebras que al deshilacharse pueden seguir unidas por una muy fina …o cortarse. 

Y es por eso que los adultos tienen que leerles cuentos a los niños. “Es importante que el futuro lector aprenda a relacionar desde el principio el mundo de sobre todo, la oralidad y el de la escritura. Que descubra que la escritura es la memoria de las palabras, y que los libros los libros son algo así como esas despensas donde se guarda todo cuanto de gustoso e indefinible hay a nuestro alrededor; ese lugar donde uno puede acudir por las noches, mientras todos duermen, a tomar lo que necesita. A estas alturas habrá hecho un descubrimiento esencial, que existen palabras del día y palabras de la noche. Las palabras del día tienen que ver con lo que somos, con nuestra razón, nuestras obligaciones y nuestra respetabilidad; las de la noche con la intimidad, con el mundo de nuestros deseos y nuestros sueños. Y ése es un mundo que necesariamente se relaciona con el secreto” –dice Garzo.
Fue así como aparecieron un puñado de pingüinitos y pingüinitas aliviados por la oportunidad de compartir mientras hojeábamos el libro y sin haberlo preparado fuimos al cuarto del material porque necesitábamos expresarlo y elegimos un papel grande y amarillo  como el libro para dejar huellas. Primero lo roto, lo doloroso para dar paso a los corazones y  la tranquilidad de la reparación.  
Cuando trabajamos con niños es sabido que basándonos en sus dibujos y sus  juegos, podemos comprender como ve e interpreta el mundo: lo que le gustaría que fuese, cuáles son sus inquietudes, que problemas le acosan. Dibujando y jugando el niño expresa lo que le costaría mucho manifestar con palabras... aquello que elija hacer  se ve motivado por procesos internos, deseos, problemas, ansiedades. Lo que está sucediendo en la mente del niño determina su producción,  es su lenguaje secreto que debemos respetar aunque no lo entendamos.   

Habiendo pasado cierto tiempo rescato de mi memoria aquella experiencia  recordándola con esta reflexión de Yolanda Reyes,“Si está claro que una condición esencial para salir de la pobreza es tener una vivienda digna, también es prioritario construir los cimientos de esas “casas imaginarias” para cerrar las brechas de exclusión que separan a los niños que crecen envueltos entre historias de aquellos a quienes condenamos a la peor pobreza de todas, que es la carencia de imaginación y de palabras.”

A mi entender Jutta Bauer ha dado una puntada con hilo para unir en una hermosa metáfora  los sentimientos   de adultos y pequeños, que  como en La caja de las palabras,   una vez guardada en la memoria podrán abrirla como un paraguas cuando  amenacen  los tormentas  emocionales que conllevan las ambivalentes relaciones madre-hijo.
...Las relaciones...

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