Anys més tard, ja sent mare, quan M.tenia 4 anys un dia d'abril ,arriba de l'escola dient que li havien explicat un conte i encara que no s'acordava el nom m'explica aquesta història.
La curiositat em va a moure a intentar aconseguir-ho a partir d'aquest moment , he tractat de recuperar-ho.
Fa poc, la meva altra filla ho va veure en una mà de contes
http://www.marial-lazzaro.com/ml/escritosinfantiles/epaminondas%20original.htm
La veritat és que jo no record si la meva àvia m'ho comptava amb aquest nom, però ara que tot es pot googlear, alguna cosa d' aquells temps dels contes de la meva àvia he recuperat i he recol·lectat un parell de versions que mitjançant copy & paste enganxo com a entrada al bloc en el dia de :de Sant Jordi o San Jorge.(... de la mort de Cervantes o de Shakespeare , según se haga valer el calendario gregoriano o el juliano)....però que sigui com sigui , és un dia per no oblidar aquell món de paraules frases i jocs semàntics i sintàctics que ens permeten conèixer altres mons i construir somnis a través dels llibres i els escriptors i escriptores...
D'aquesta manera també vull fer un petit homenatge a les escriptores blogueras que com la meva amiga C. fan tant bon ús de les seves paraules cromàtiques i em fa tanta il.lusió llegir tot allò que escriu.
El negrito Epaminondas
(Guinea española)
Epaminondas es un negrito, hijo de una mujer negra tan pobre que, como no podía dar a su hijo más que el nombre, le puso el más largo que encontró en el santoral.
La madrina es otra negra, algo menos pobre que la madre; quiere mucho al negrito y le dice que vaya a visitarla con frecuencia para, con ese pretexto, hacerles algún regalillo.
Un buen día regala al negrito un riquísimo bizcocho, y le advierte:
-Llévalo bien sujeto para que no se te pierda.
-Bien, madrina –contesta muy contento Epaminondas.
Y tanto y tanto aprieta la mano durante el camino que, cuando va a entregar el regalo a su madre, sólo lleva unas pocas migas.
-¿Qué me traes, Epaminondas?
-Un bizcocho, madre.
-¡Un bizcocho! ¡Válgale Dios! Pero, ¿qué manera tienes de llevar un bizcocho? ¿Quieres saber cómo se lleva? Lo envuelves muy bien en un papel de seda y después lo colocas en el ala del sombrero; te lo pones, y, muy despacito y derecho, para que no se te caiga, vienes tranquilamente a casa. ¿Has comprendido?
-Sí, madre.
A los pocos días vuelve a casa de su madrina, que ahora le regala un buen pedazo de mantequilla para el desayuno del día siguiente.
Epaminondas coge la mantequilla y la envuelve con mucho cuidado en un papel de seda y la coloca sobre el ala del sombrerón de paja; se lo pone en la cabeza y echa a andar muy despacio, y muy derecho, para su casa. Es un hermoso y caliente día del verano; el sol derrite la mantequilla, que va cayendo en pringosos goterones por la cabeza y cuello del negrito.
Y cuando Epaminondas llega a su casa y quiere entregar a su madre la mantequilla ya no queda nada y el cuello y la espalda del niño parecen untadas de tocino.
La madre se lleva las manos a la cabeza al verle en este estado.
-¡Dios mío! ¿Pero cómo se te ha ocurrido traer así la mantequilla? Para conservarla bien debiste envolverla en hojas muy frescas y a lo largo del camino ir refrescándola en todas las fuentes que encontrases. Sólo así hubiera llegado a casa en buenas condiciones. ¿Lo has entendido?
-Sí, madre.
Y a la vez siguiente la madrina regala a Epaminondas un lindo perrillo. El negrito no lo piensa más; lo envuelve en grandes hojas de parra bien frescas, y por el camino lo va metiendo en todos los arroyuelos que encuentra, de manera que cuando llega a su casa el infeliz perrillo está casi muerto de frío y tiembla como la hoja en el árbol.
-¡Dios me valga! –exclama la madre-. ¿Qué traes aquí Epaminondas, hijo?
-Un perrillo, madre.
-¿Esto es un perrillo? ¿Y es así como lo tratas? Un perrillo se lleva con una cuerda atada al cuello, y tirando de él con cuidadito para que el animal ande. ¿Has entendido?
-Sí, madre.
Y cuando vuelve a casa de la madrina, la buena mujer le regala un sabroso pan, recién sacado del horno, crujiente y doradito.
Epaminondas le ata una cuerda, lo pone en el suelo y vuelve a casa tirando de él, como le había dicho su madre que tenía que hacer con el perrito.
-¡Dios mío! –grita la madre-. ¿Qué me traes aquí, Epaminondas?
-Un pan que me ha regalado la madrina –contesta el niño orgulloso.
-¡Epaminondas, hijo, serás mi perdición! No volverás a casa de tu madrina ni te explicaré ya nada. Seré yo la que vaya a todas partes.
Al día siguiente la madre del negrito se prepara para ir a casa de la madrina y antes advierte al hijo:
-Epaminondas, hijo, ya has visto que acabo de hacer una hornada de seis pasteles y los he puesto sobre una tabla, delante de la puerta, para que se enfríen. Vigila que no se los coma el gato, y, si tienes que salir, mira bien cómo pisas por encima de ellos con cuidado.
-Sí, madre.
La madre se va y el negrito mira cómo se enfrían los pasteles y, como quiere salir, “mira bien exactamente cómo pisa encima de ellos” –uno, dos, tres, cuatro, cinco- y va poniendo los pies sobre cada pastel, convirtiéndoles en una confusa pasta.
La madre llega a poco... y nadie sabe todavía lo que allí pasó, pero el caso es que Epaminondas no podía sentarse al día siguiente.
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